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  • Casa Clavellinas

    Identificación REHABILITACIÓN VIVIENDA UNIFAMILIAR ENTREMEDIANERAS
    Ubicación CLAVELLINAS 36. SEVILLA
    Fecha de Proyecto 2000
    Fecha fin de obra 2001
    Arquitecto/s MARISOL GARCÍA TORRENTE UBALDO GARCÍA TORRENTE VALENTÍN MONTAÑO
    colaborador/es
    Aparejador MIGUEL PORTILLA MARIANO CORDERO
    Otros colaboradores FERNANDO ALDA. FOTÓGRAFO
    Promotor PRIVADO Empresa Constructora, Subcontratas, etc. HERMANOS ANTEQUERA
    Empresas
    Publicaciones
    Premios
    La idea de proponer nuevas formas de concebir el territorio y, por tanto, nuevas formas de habitarlo no es tarea fácil para los que desarrollamos nuestra labor profesional en lugares donde el peso de ciertas tradiciones inventadas –que no tiene nada que ver con la historia-, es tan abrumador que deja el panorama deprimentemente desolado. Lugares donde sus habitantes, cual Ave Phoénix, sólo se conciben la vida a partir de su propia carroña, incapaces de entender en positivo el valor del progreso o la modernización, basados en una estructura propia que avance sobre los aspectos reales de su idiosincrasia. En el caso de una rehabilitación, tema que aquí se trata, intentar que una casa -o una ciudad- puedan volver a sus añorados orígenes es impensable, por no decir imposible. La ecología positiva y propositiva pasa por la reflexión sobre la naturaleza de las cosas. Para ello se hace necesario dar un giro a la forma de entender lo encontrado y proponer nuevos discursos activos: un celo desmedido y un proteccionismo trasnochado, unido a la falta de una cultura arquitectónica más abierta y ágil, lleva a crear los más detestables ejemplos de conformismo y autocomplacencia y a arrastrar a la arquitectura y a la ciudad misma hacia su autodestrucción. La aventura de andar hacia delante, aun a costa de equivocarse, es siempre más interesante y fructífera que el deambular en círculos viciosos, cuya reiteración llega a producir quistes que, sin aparente dolor, producen auténticas enfermedades a las ciudades que habitamos. En cualquier caso, conscientes del horizonte que se abre, de los nuevos medios para su exploración y dinamización y de la complejidad de los planteamientos que se manejan, siempre cabe, como no, la reflexión y la agitación. De entrada,Liberarse de prejuicios es el único antídoto contra la añoranza o el tipismo. Una vez libre, empezar desde cero para seguramente no llegar a nada ejemplarizable. Y con tan poco equipaje a cuestas, y la fiebre propia de buscadores de oro en el espíritu, el arquitecto se hace uno con la ruina que el promotor le ofrece. Estar a solas con ella, escucharla, es la única forma de poder intervenir con un cierto grado de fiabilidad, lejos de tendencias a la moda, aunque sin renegar de ésta completamente. Adaptar estas estructuras mil veces vapuleadas y transformadas a nuevas formas de habitar para nuevos usuarios que apuestan por la compatibilidad de lo aparentemente incompatible, la suma-superposición y la ambigüedad manifiesta, que desean alejarse lo más posible de ciertos convencionalismos mil veces ensayados. En ese sentido, este edificio, esta casa, una vez que se terminó y fue entregada para ser de nuevo habitada, debe dejar de ser el estereotipo fingido que le dio la oportunidad de nacer, para traspasar todo el protagonismo a sus habitantes. Ellos la usarán, la deteriorarán y la contaminarán, mientras se nutren de su energía. Esa será su grandeza. Entendemos, pues, que la actuación directa sobre el patrimonio está siempre ligada a la memoria colectiva y pone de manifiesto la idea de superposición y reciclaje, de reutilización de estructuras y conceptos, indefectiblemente unida a la de destrucción. Concretar o definir una casa a partir de su condición de temporal, de su capacidad de transformación. Por tanto, la conciencia de pertenecer a una cadena de mil eslabones en la que no se es ni primero ni último, susceptible igualmente de ser destruido para dar paso a otras nuevas estructuras. Y dentro de ese mismo orden, otro concepto que se solapa, el de la superposición de capas, estratos de vidas y muertes a las que se pertenece como una más de las fases arqueológicas. Hay una frase de George Braque que es del todo expresiva: “La vasija da forma al vacío”. A la hora de configurar el espacio, se entiende que éste no es sino el molde que da forma a las fuerzas que lo envuelven: un bosque de castilletes de fibrocemento y antenas de televisión, una torre de iglesia o de electricidad, el desgarro de las medianeras que se empeñan en contar la vida de sus antiguos habitantes, la tranquilidad e individualidad anhelada, sentirse bien, tomar el sol, escaparse con internet...en definitiva, crear vínculos entre las cosas, como zurcidos cuya tensión da vida y llena de significado la arquitectura. Ésta, al formar parte del paisaje lo caracteriza. Se inserta en él, para definirlo y potenciarlo. Decir, por ejemplo...”aquí sopla la brisa”, “el sol me gusta”, “hola vecino”, “estamos en Sevilla”...la arquitectura abre los poros a su influencia positiva, se deja peinar por lo sugerente de una fuga; enseña, oculta y a veces engaña. Es, como no, subjetiva. Así, el territorio, el paisaje, no debe obedecer a fórmulas predeterminadas, ni éste imponer reglas a la edificación. Distinguir entre paisaje natural y artificial, urbano y rural, centro y periferia, etc., son conceptos caducos que sólo posibilitan caducas formas de actuar sobre él. El paisaje y su concepto es, debe ser, amplio y diverso, capaz. Es por ello que aquí, el interior y el exterior se confunden; el interior es un jardín, metáfora del exterior perdido, el exterior una calle estrechísima, como el pasillo que nunca sucedió. Y en el fondo de toda esta estrategia dos conceptos imprescindibles: el color banco como concepto y la luz... ella es la única verdad.