Identificación |
REHABILITACIÓN DE CASA MORISCA DEL S. XVI PARA 8 VIVIENDAS. FUNDACIÓN ZAYAS |
Ubicación |
S. GREGORIO 13. GRANADA. |
Fecha de Proyecto |
2004 |
Fecha fin de obra |
2012 |
Arquitecto/s |
MARISOL GARCÍA TORRENTE.
UBALDO GARCÍA TORRENTE |
colaborador/es |
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Aparejador |
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Otros colaboradores |
Fotografía: FERNANDO ALDA |
Promotor |
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Empresas |
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Publicaciones |
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Premios |
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Toda acción en la ciudad, también la arquitectónica, tiene inevitablemente una doble dimensión: la pública y la privada, que estará más o menos entrelazada dependiendo del grado de permeabilidad de la misma. Un simple paseo por el bajo Albayzín permite aventurar que esa relación ya no es la misma a la que podía suponerse en siglos anteriores (también variable). Ocurre igual en ciudades cercanas como Málaga o Sevilla, donde los hábitos de vida pasada se han perdido en gran medida dentro del recinto histórico, hoy habitado casi en su integridad por clases sociales y culturales bien distintas, trasladándose a las periferias y barrios marginales a una población que mantiene viva una forma de vida aunque ciertamente condicionada por los espacios que ahora les toca vivir. En este sentido, y aunque todavía se desarrolla de manera natural un cierto modo de vida, que no es otra cosa que "el alma de la ciudad", hoy por hoy, parte de su patrimonio, aparecen superpuestas otras capas poblacionales que enriquecen el conjunto. Un patrimonio vivo, diferente del patrimonio muerto que es el que se conserva en las naves de los museos y en los libros de texto, que se manifiesta continuamente con leyes propias, no siempre amables o asumibles por la administración y, por supuesto imprevisibles. Por ello es loable la idea de mantener o recuperar a una población desheredada, al tiempo que mejorar las condiciones de habitabilidad.
La ciudad, como ente vivo tiene otras leyes, más cercanas a la idea del movimiento, al sentido de lo fugaz, de la transformación, de lo transitorio, de lo inesperado. Nada más infructuoso que intentar atrapar un agente en continuo estado de transformación.
Sólo cuando las normas urbanísticas, incluso las teóricamente preservativas, han sido las protagonistas en la conformación de la ciudad, se consigue que ésta y la forma de habitarla, sean indeseables para todos, excepto, claro está, para el capital, que encuentra en esa base un caldo de cultivo propio para la especulación. Normas que estamos condenados a cumplir, pero también obligados a combatir. La asunción de unas reglas de juego heredadas del Movimiento Moderno en lo que respecta a la conformación de la vivienda -la casa positiva- o al rescate de la ciudad según los códigos de acción de la Tendenza, no hace otra cosa que empeorar el estado de la cuestión, consolidando una serie de leyes que son, aplicadas sin reflexión y sin criterio valorativo, mucho más destructivas que las emprendidas de manera "natural" por los usuarios.
Basta con hacer una visita al barrio, al edificio objeto de proyecto y a sus moradores para entender que los mecanismos de acción que deben emprenderse en la intervención, deben alejarse de planteamientos tan antagónicos como los reseñados anteriormente: por un lado intentar la recuperación del pasado, según la imagen de lustre y rancia apariencia que debió tener la casa noble del Albayzín, y por otro la incrustación de un tipo edificatorio concebido desde la perspectiva de las leyes propias del bloque de pisos de la periferia. Ejemplos de ambas formas de intervención pueden verse con todo un despliegue de variantes.
Aquí se propone partir con nuevos razonamientos que no quieren ser ni "tipo" ni "criterio" generalizados, sino una línea de investigación en un lugar concreto basada en la flexibilidad y adaptabilidad a las circunstancias, sin impedir que las transformaciones se puedan seguir dando en el futuro. No debe olvidarse que la vida de un edificio es mucho más dilatada en el tiempo que la de sus moradores. Los actuales vecinos serán remplazados por otros cuyos planteamientos de vida y circunstancias personales serán bien diferentes: la idea de confort, los muebles, los revestimientos, la apariencia, los objetos de consumo, los objetos de identificación o adornos, la fragmentación o especialización espacial, la funcionalidad, la manera de apropiarse de lo común, la luz, las texturas, el color, etc. También éstos necesitarán respuestas.
La mejora de las condiciones de vida y la salubridad del edificio juegan un papel igualmente importante a la hora de proyectar, pero debe existir una conjunción de equilibrios que no debiera pasarse por alto: por un lado la "recuperación" de una serie de espacios y formas que ya dejan de ser puramente particulares para formar parte de la memoria colectiva o del acerbo cultural de la ciudad (sin olvidar que la recuperación de los centros históricos suponen a corto y medio plazo el desarrollo de una industria turística que es, a todas luces, fuente de energía para la comunidad) y por otro, la forma de vida de sus habitantes -permanentes o esporádicos- que lucha denodadamente por no alejarse de su barrio, como, a partir de los sesenta, tuvieron que hacerlo tantos de sus convecinos, pero ahora amenazados, no por la insalubridad, sino por los procesos especulativos.
La propuesta consiste fundamentalmente en la recuperación de la estructura constructiva y espacial básica del edificio a través de sus planos de definición, acoplando los espacios vivideros a partir ésta, según su posición relativa y permitiendo el desarrollo de todo el arco de posibilidades que conlleva.